
Dos hombres son apuñalados 57 veces, y el asesino confeso, que había consumido drogas y alcohol, quema su casa para ocultar las pruebas. A un tribunal experto no le cabría duda alguna de que eso es un asesinato con varios agravantes, y como tal condenaría. A un jurado popular, dicho crimen le ha parecido que el acusado (confeso, insisto) no merece el castigo por el asesinato porque sufría un “miedo insuperable” y porque hubo “legítima defensa”, al tratarse las víctimas de una pareja homosexual: el acusado temía ser violado por ellos (a pesar de que fue a su casa por su propia voluntad horas antes del crimen). Es la noticia judicial del año.
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De hecho, siete de los nueve jurados lo consideraron así, e incluso algunos llegaron a emocionarse y llorar cuando el acusado contaba su historia. Haciendo un exceso a favor de los fallecidos, dos miembros de ese jurado “sospecharon que Jacobo Rial (el acusado) no actuó sólo en legítima defensa cuando apuñaló a su segunda víctima, Isaac Pérez (22 años), que estaba encerrado en su habitación. Como Isaac Pérez no suponía ningún peligro en ese momento, dos de los miembros del tribunal popular declararon a Jacobo Rial culpable de su asesinato”. Conviene recordar que esa segunda víctima estaba en su cuarto con la puerta cerrada, tratando de salvar su vida después del primer ataque, y que el agresor la tuvo que echar abajo, quitarle el móvil con que trataba de llamar a la policía, rematarle y, de paso, aprovechó para robar las llaves del coche. Por su parte, de la primera víctima (Julio Luciano Anderson, 32 años) no hay duda: el acusado tenía cierto “derecho” a matarle, porque había sido violado por él, aunque no hay pruebas de dicha violación.
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El acusado va a ser condenado solamente por quemar el piso de la pareja asesinada. Prendió cinco fuegos para eliminar las pruebas del asesinato. Es un alivio ver que la justicia española se ha anglosajonizado tanto como para primar el derecho a la propiedad sobre el derecho a la vida. Porque hay tantas pruebas del incendio provocado como del crimen violento, y en cambio sólo se le acusa de uno de los dos delitos. Del más leve (con diferencia). Y esto sucede en una época en que está de moda reclamar el "cumplimiento íntegro de las penas" y una inconcreta mejora de la justicia (aunque, sorprendentemente, tenemos una de las mejores del mundo, según dicen los expertos). Una modificación en el cumplimiento de las penas que no sólo es anticonstitucional sino que además es ilegal e ilegítima, y abre las puertas a la cadena perpetua y la pena de muerte. Más útil sería manifestarse contra esa burrada jurídica que es el jurado popular. Ejemplo de "democracia" del pueblo muy mal entendida, modismo procedente de las películas de juicios y del imperfecto sistema estadounidense, desde su aplicación no ha hecho más que mal a la justicia.
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El problema del jurado popular es su inexperiencia. Juzgar un delito es muy difícil, incluso para gente realmente especializada en ello. La vida real, por desgracia, no suele ser como CSI, donde está muy clarito quien es el culpable porque lo dicen las Santas Pruebas. En la vida real, hay dudas razonables en un 60% de los casos. Un triste ejemplo de lo abierto que es un proceso penal lo tuvimos en la manipulación periodística de la instrucción del 11-M, donde periodistas totalmente ignorantes en materia jurídica interpretaban de forma cinematográfica cada detalle de los atentados terroristas, para hacerlos coincidir en una interesada visión de los hechos. Cada día, los jueces deben dejar en la calle a gente de la que sospechan claramente que son culpables, y empapelar a acusados que parecen ser inocentes en su conciencia, pero que no tienen una coartada sólida o pruebas exculpatorias aceptables. Si en medio de este lío, añadimos a un grupo de personas completamente legas en el tema, influenciables e inexpertas, es realmente muy difícil que el resultado sea positivo para el Estado de Derecho.
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Como han señalado algunos juristas, es desaconsejable “cargar al jurado, lego en Derecho, con conceptos complejos como las eximentes o las atenuantes porque incluso le plantean problemas al Tribunal Supremo”. Sin embargo, otros consideran que es un éxito de la defensa por haber mostrado al jurado la causa de forma favorable a su cliente, añadiendo que “no todo el que mata es culpable”. En este caso es importante tener varias cosas en cuenta. Por una parte, que una persona que es violada no pasa a tener el automático derecho de matar a su agresor.
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El acusado va a ser condenado solamente por quemar el piso de la pareja asesinada. Prendió cinco fuegos para eliminar las pruebas del asesinato. Es un alivio ver que la justicia española se ha anglosajonizado tanto como para primar el derecho a la propiedad sobre el derecho a la vida. Porque hay tantas pruebas del incendio provocado como del crimen violento, y en cambio sólo se le acusa de uno de los dos delitos. Del más leve (con diferencia). Y esto sucede en una época en que está de moda reclamar el "cumplimiento íntegro de las penas" y una inconcreta mejora de la justicia (aunque, sorprendentemente, tenemos una de las mejores del mundo, según dicen los expertos). Una modificación en el cumplimiento de las penas que no sólo es anticonstitucional sino que además es ilegal e ilegítima, y abre las puertas a la cadena perpetua y la pena de muerte. Más útil sería manifestarse contra esa burrada jurídica que es el jurado popular. Ejemplo de "democracia" del pueblo muy mal entendida, modismo procedente de las películas de juicios y del imperfecto sistema estadounidense, desde su aplicación no ha hecho más que mal a la justicia.
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El problema del jurado popular es su inexperiencia. Juzgar un delito es muy difícil, incluso para gente realmente especializada en ello. La vida real, por desgracia, no suele ser como CSI, donde está muy clarito quien es el culpable porque lo dicen las Santas Pruebas. En la vida real, hay dudas razonables en un 60% de los casos. Un triste ejemplo de lo abierto que es un proceso penal lo tuvimos en la manipulación periodística de la instrucción del 11-M, donde periodistas totalmente ignorantes en materia jurídica interpretaban de forma cinematográfica cada detalle de los atentados terroristas, para hacerlos coincidir en una interesada visión de los hechos. Cada día, los jueces deben dejar en la calle a gente de la que sospechan claramente que son culpables, y empapelar a acusados que parecen ser inocentes en su conciencia, pero que no tienen una coartada sólida o pruebas exculpatorias aceptables. Si en medio de este lío, añadimos a un grupo de personas completamente legas en el tema, influenciables e inexpertas, es realmente muy difícil que el resultado sea positivo para el Estado de Derecho.
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Como han señalado algunos juristas, es desaconsejable “cargar al jurado, lego en Derecho, con conceptos complejos como las eximentes o las atenuantes porque incluso le plantean problemas al Tribunal Supremo”. Sin embargo, otros consideran que es un éxito de la defensa por haber mostrado al jurado la causa de forma favorable a su cliente, añadiendo que “no todo el que mata es culpable”. En este caso es importante tener varias cosas en cuenta. Por una parte, que una persona que es violada no pasa a tener el automático derecho de matar a su agresor.
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La “legítima defensa” se refiere, en buena lógica procesal, a casos en que una víctima ataja una agresión con otra. Me van a atacar, así que me defiendo y, quizás, mato al agresor. Esto sucede antes del delito. Pero el acusado de este caso asesinó a ambos hombres cuando la violación ya había sido llevada a cabo. Supuesta violación, pues en el caso de sexo entre hombres es muy complejo diferenciar la violación del sexo consentido, y en este caso concreto la única prueba era una herida de cuchillo en la mano del acusado, como los forenses manifestaron en el juicio, y el jurado consideró irrelevante. Por otra parte, también hay que recordar que el acusado no sólo asesinó a dos personas, sino que después quemó los cuerpos causando daños en la vivienda “de la que salió duchado tras pasar cinco horas en su interior y con una maleta repleta de propiedades de sus víctimas”. Es decir, que hubo ocultación, y, además, robo.
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No veremos un gran eco para este crimen. En parte, porque las víctimas son homosexuales. En parte, porque las víctimas (y el acusado) frecuentaban lugares poco recomendables y consumían drogas. El periódico El Mundo, ejemplo de prensa judicial, no ha dicho nada al respecto de este caso, porque al parecer era una noticia de mayor interés en la actualidad del día el que el servidor Gmail se haya colgado durante dos horas, que un señor se ha cargado la herrikotaberna de Lazkao o una tal Gail Trimble haya ganado el concurso BBC to quiz. Esas son las noticias del día según ese periódico.
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No veremos un gran eco para este crimen. En parte, porque las víctimas son homosexuales. En parte, porque las víctimas (y el acusado) frecuentaban lugares poco recomendables y consumían drogas. El periódico El Mundo, ejemplo de prensa judicial, no ha dicho nada al respecto de este caso, porque al parecer era una noticia de mayor interés en la actualidad del día el que el servidor Gmail se haya colgado durante dos horas, que un señor se ha cargado la herrikotaberna de Lazkao o una tal Gail Trimble haya ganado el concurso BBC to quiz. Esas son las noticias del día según ese periódico.
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Aunque los medios lo ignoren, es un crimen, exactamente igual que cuando se asesina a una muchacha joven y se tira su cuerpo al río. De hecho, hay más agravantes en este caso que en el de la tristemente famosa chica que está a todas horas en nuestras pantallas. Pero lo fácil es empatizar. Empatizar con la niña asesinada de un golpe en la cabeza con un cenicero (nadie ha expresado todavía la posibilidad de un homicidio involuntario, porque lo apedrearían). Empatizar con el chico que se va de juerga, drogas y alcohol, se sube a casa de unos gays, y en pleno bajón narcoléptico decide acuchillarles 57 veces, quemar las pruebas y robar algunas cosas de valor. Ya se sabe que los gays causan un tremendo “miedo insuperable”. Algo habrán hecho…
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"El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo". Alain