sábado, 18 de octubre de 2008

Algo huele a podrido en Austria




"Miles de austríacos han dado hoy el último adiós a Jörg Haider, el dirigente ultraderechista que falleció hace una semana en un accidente de tráfico. Unas 25.000 personas asistieron al velatorio de Haider en la capital del Estado federado de donde era gobernador desde 1999".


Personalmente no me enorgullece que el segundo pensamiento vertido en este neonato canal de comunicación con el vacío/lleno del ciberespacio sea también un comentario político. Pero la lectura de la noticia no me deja opción, al menos en conciencia.




Resulta una obviedad el derecho humanitario del duelo por un ser próximo. El sepelio de los difuntos es una norma básica de la moral occidental, aun cuando en algunos casos, que tocan cercanos, se haya puesto en duda (quizás otro día hable de las cunetas españolas...).


Desde luego, la muerte de una persona no debería ser un motivo de regocijo para nadie. Pero hay un hecho incontestable, y es que unos 25.000 ¿ciudadanos de la Unión Europea? han rendido lacrimógeno homenaje a un político que hacía de la intolerancia visceral y el nacionalismo excluyente y agresivo su bandera política, y que se mató por rebasar los límites de velocidad impuestos por ley y cordura tras una fiesta jolgorio considerable. Y, para redondear su figura, con la divisa seudoesvástica se había recientemente aupado al éxito electoral en ese pequeño desconocido de la eurozona que es la cuna de Wolfgang Amadeus Mozart.


Leo la pasión de los seguidores de Haider, y no puedo dejar de recordar a aquellas enfervorecidas manos alzadas que llenaban el estadio olímpico de Berlín en 1936. Quienes, como docentes o ilustrados, hemos alguna vez intentado desentrañar, para familiares y alumnos, las causas del ascenso de los totalitarismos en los años 30 del pasado siglo, deberíamos alegrarnos. Ya no nos necesitan para explicarles el nazismo o el fascismo italiano. Ya están aquí. De nuevo. ¿O nunca se fueron? ¿Podremos resistir sin nuestro Jesse Owens del 2008?


Todavía recuerdo, con añoranza, que mi profesor de Historia del Mundo Contemporáneo debía dedicar un par de esforzadas clases para que su grey, no precisamente sensible, comprendiésemos cómo era posible que un grupo de racistas exterminadores devotos de un credo de raza superior llegaran a poner en jaque al mundo "cuerdo". ¿No se les vio venir? O mejor dicho, ¿nadie se dio cuenta de que Adolf Hitler tenía cara de enfermo mental, ojos extraviados de "matajudíos" empedernido? ¿No se pudo evitar antes? Creo que redordaré toda la vida a Diana, una encantadora compañera, no exenta de atractivo físico, que con diecisiete años cumplidos se preguntaba, con asombro y llena de lógica: "¿pero cómo les dejaron "los demás" gobernar, si eran malos?" ¿Quién es responsable?


Ahora vemos que no todo es tan simple. Basta un vistazo al Telediario para comprender muchas cosas de nuestra (¿cíclica?) historia europea. Haider es el ejemplo. La exclusión sectaria siempre tiene garantía de éxito. Es como la Coca-Cola, los trajes de Armani o Pamela Anderson: nunca pasan de moda, porque conectan a la perfección con algún resorte de nuestro mundo interior. En el fondo, pienso en los norteamericanos, que nunca acaban de fiarse de que en la vieja Europa no montemos la Tercera Guerra. Y, sub letera, no parece que les falte razón.


Todo se debe a lo vendible de cierto género de "pornografía política". Productos de uso y consumo voraz, que surten las bajas pasiones del integrismo humano, salen de los medios de comunicación a diario. Son los V-2 del momento. El Zara del candelabro: un producto barato, inmediato, y de total satisfacción. ¿Estamos a salvo? ¿O debemos empezar a airear la palma de la diestra, para practicar? Resuena la "cuchillería larga" por el fondo del valle, e incluso Juanes habla de "camisa negra". O quizás me estoy volviendo paranoide, pero ni siquiera Usain Bolt me parece tener la elegancia necesaria para ser a Obama lo que Owens fue a F.D.O., que en su gloria esté.


"Todas las guerras son santas. Os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte." Jean Anouilh

3 comentarios:

  1. Bueno, hasta en la civilizada Austria suceden estas cosas...a mí no me sorprende tanto, aunque si me preocupa...

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  2. Didac, no se que pensar de la civilización de Austria. Hay antecedentes que me ponen nervioso.
    Deberíamos crear un club de preocupados.

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  3. membrillo(lindolfo) esta con las termitas

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